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Introducción
En el desarrollo de la controversia arriana, suelen verse cuatro
épocas definidas: Desde los comienzos hasta el 325, desde
el Concilio de Nicea hasta el 330; del 330 al 362 y del 362 hasta
el 381.
Después de la derrota y la capitulación de Licino,
en el 324, Constantino encuentra dividido el ambiente cristiano
de oriente, por lo que encarga a Osio de Córdova, realizar
una investigación en Alejandría y en Asía
Menor, acerca de los conflictos que sucedían en la
Iglesia de este lugar.
Desde hacía algún tiempo, un presbítero
de Alejandría, Arrio, se había opuesto violentamente
a su Obispo Alejandro en cuestiones de teología trinitaria.
Los problemas que ésta presenta habían sido
ya objeto de discusiones apasionadas durante las generaciones
precedentes en la Iglesia de Alejandría, lo mismo que
en el resto del mundo cristiano, especialmente en los últimos
años del episcopado de Dionisio (260-265).2
En sus comienzos, el arrianismo presenta el carácter de
una discusión interna de la Iglesia de Alejandría,
discusión entre dos tendencias teológicas opuestas,
pertenecientes cada una a su tradición.
Arrio, que fuera alumno del mártir Luciano, presbítero
de Antioquía, parece hacerse eco de la tendiencia subordicionista
defendida por Dionisio de Alejandría en su polémica
contra los Sabelianos de Cirenaica y por la que Dionisio había
sido severamente censurado por el Obispo de Roma.
Arrio parece obsesionado por salvaguardar, en el seno de la Trinidad,
la originalidad y privilegios del Padre como único eterno,
sin principio, único y verdadero Dios, por ser esencialemente
el único que es principio de todos los seres. Esta obsesión
lleva a Arrio a desvalorizar al Hijo, diciendo que no es eterno,
coeterno con el Padre, increado como éste, porque del
Padre ha recibido la vida y el ser.3 Con ello, Arrio busca
demostrar una superioridad ontológica del Padre sobre
el Hijo, más que una anterioridad cronológica.
Arrio dice que el Hijo es una creatura divina perfercta, pero
no comparable con ninguno de los demás seres creados.
Ante tal afirmación, protesta Alejandro, Obispo de Alejandría,
y convoca a un Concilio al que acudieron obispo de Egipto y Libia
anatematizando los errores de Arrio y excomungándolo junto
con sus partidarios. Esta condena no fue aceptada por los
arrianistas, quienes buscaron y encontraron apoyo en un obispo
del exterior, Eusebio de Nicomedia.4 Por iniciativa suya,
los sínodos de Bitinia y Palestina se opusieron enseguida
a la desición tomada por Alejandro y rehabilitaron a Arrio.
Durante este tiempo, el Obispo de Alejandría defiende
su postura mediante cartas encíclicas dirigidas a los
obispos de los paises griegos.
Ante la situación actual de la Iglesia, el emperador Constantino
decide la realización de un Concilio, con el propósito
de poner fin a las hostilidades. Dicho Concilio se celebra en
la ciudad de Nicea donde acuden obispos de todas partes, más
de cien Padres venían del Asia Menor, treinta de Siria-Fenicia,
siete de Egipto y Palestina y el Occidente latino apenas iba
representado.5
La controversia se centró en tres palabras que establecieron
otras tantas actitudes: "Homo-Ousion", de la misma
esencia (nicenos), "Hetero-Ousion" de esencia distinta
(arrianos), "Homoiousion", de semejante esencia (semiarrianos).6
Todas ellas aludiendo a la esencia del Verbo Divino respecto
al Padre. Así, el Concilio de Nicea representó
el triunfo del primer grupo, pues llegando a una poderosa mayoría,
condenaron y reprobaron los errores de Arrio. Como acto seguido,
el Concilio tomó como base una propuesta realizada por
Eusebio de Cesarea, añadiéndole unos términos
que la hace de una claridad decisiva: No contentos con proclamar
al Hijo de Dios, Luz de Luz, declara expresamente que es verdadero
Dios, nacido del verdadero Dios, engendrado y no creado, Homo-Ousios,
consustancial al Padre.7
Los años siguientes al 325 presenciaron una reacción
gracias a la unión de arrianos y semiarrianos bajo la
dirección de Eusebio de Nicomedia, alcanzando su punto
culminante durante el reinado de Constancio (337-361). Aunque
Juliano el Apóstata toleró todos los partidos cristianos,
los arrianos fueron perdiendo terreno por autodescomposición,
llegando a adoptar, muchos semiarrianos, durante el reinado de
Valente (364-378), el credo niceno.
Cuando Teodosio I subió al trono, logra la decadencia
del arrianismo, pues convoca al llamado Concilio de Constantinopla
en donde se reafirmó el símbolo niceno. El arrianismo
logró sobrevivir en Europa hasta el s. VI, pues logra
convertir a muchos visigodos durante su invasión a la
ciudad romana, con la ayuda de Recaredo. Su doctrina pura
no existe ya, aunque algunos de sus principios han sido adoptados
por el unitarismo.8
LOS INICIOS DEL ARRIANISMO
El hombre bajo cuyo nombre entró la disputa en
la historia de la Iglesia, el sacerdote Arrio, ejercía
su oficio pastoral en la Iglesia del barrio de alejandrino de
Baukali. Parece ser que recibió su formación teológica
en la escuela de Antioquía, siendo discípulo de
Luciano.9
Entre los años 318-319, propuso en sus sermones y catequesis
una idea sobre el Logos y su relación con el Padre, ganando
muchos adeptos entre el clero. Sus ideas llegaron a oídos
de su obispo, Alejandro de Alejandría, quién no
consideró como alarmante dichas afirmaciones y citó
a Arrio a un diálogo teológico en el que ambos
expusieran cada quien su punto de vista.
Arrio afirmaba que el Hijo de Dios había sido creado de
no ser, que había habido un tiempo en el que no
existía, que su voluntad tenía cabida tanto
al mal como a la virtud y que es una creatura divina perferta,
por lo tanto algo creado, pero que de ninguna forma podía
asemejarse con ningún otro ser creado. Por su parte, Alejandro
defendía la "consustancialidad y coeternidad del
Hijo" con el Padre,10 por lo que ordenó a Arrio
el abandonar sus ideas anteriores.
Arrio se negó a ello de una manera terminante, por lo
que el Obispo Alejandro, temiendo amenazada la paz de la Iglesia,
les excluyó a él y a sus partidarios de la Iglesia.
Sin embargo, Arrio no reconoció dicho edicto y buscó
a toda costa que su idea dominara dentro de toda la Iglesia.
Para poder lograr su cometido, Arrio envía una carta a
Eusebio de Nicomedia (uno de los colucionistas), en la que le
informaba de lo sucedido con Alejandro, así da un fuerte
y decisivo paso con el que la disputa rebasa las fronteras locales
y comienza a repercutir en la Iglesia Universal.
El contacto de Arrio con el Obispo de Nicomedia obligó
al obispo Alejandro a convocar, en el 319, a un Sínodo
egipcio general. Como resultado de dicho Sínodo, comunicó,
por medio de cartas encíclicas, que Arrio y sus adeptos
entre el clero egipcio y libio han sio excluídos de la
Iglesia por razón de su herejía que ataca a Cristo.11
Arrio, después de tener una entrevista con Eusebio de
Cesarea, quien le apoyó, se establece en la comunidad
de Nicomedia comenzando a trabajar con el Obispo de dicha ciudad
hasta lograr convertir a esta comunidad en uno de los centros
más fuertes de la propagación arriana.
Hacia el año 320, Eusebio de Nicomedia convoca al Sínodo
de Bitinia, dirigió una circular a todos los obispos de
la región y en ella pedía el reestablecimiento
de la comunión eclesial con los excomulgados, pues según
él, ellos eran ortodoxos. En este mismo Sínodo
comienzan las gestiones para indicur al obispo Alejandro a la
dimisión. Con este motivo, Arrio redactó una
profesión de fe, en su nombre y en el de sus amigos excomulgados,
que decía que su fe era la que había oído
predicar a Alejandro enmedio de la Iglesia de Alejandría;
según esta fe, sólo el Padre era eterno, sin el
principio, mientras que el Hijo era la creatura perfecta de Dios
y no poseía el ser simultáneamente con el Padre,
puesto que el Padre existía antes que el Hijo. Aquí
escribió también sin duda su obra "Thalía"
(banquete) mezcla de prosa y verso, con la que intentó
mostrar sus ideas en forma popular.12
La profesión realizada por Arrio sólo consiguió
que el Obispo Alejandro levantara aún más la guardia
contra él, sus seguidores y su doctrina. De esta forma,
en un escrito enviado a Alejandro, obispo de Tesalónica,
pero que también tenía la finalidad de llegar a
todos los demás Obispos, se designa a Arrio y al presbítero
Aquiles como los verdaderos agitadores que despreciaban toda
tradición apostólica y luchaban contra Cristo negando
su divinidad. Con esto logró ganarse la simpatía
de los Obispos de Oriente y la condenación por parte de
ellos, a Arrio.
La lucha fue creciendo cada vez más, una postura acusaba
a la otra de desfigurar la doctrina y el punto de vista de la
otra, esta situación fue crecienco cada vez más,
hasta llegar a una gran hostilidad.
Los rumores de la disputa llegaron hasta los oídos del
emperador Constantino, quién envió una carta para
Arrio y otra para Alejandro, en la que exponía que a su
parecer la lucha realizada entre ambos era una decisión
completamente innecesaria sobre un punto irrelevante de un
pasaje bíblio (Prov 8,22), que si bien se podía
interpretar diversamente en privado, no debía airarse
imprudentemente en público.13 Después invita
a los dos a reconciliarse, restablecer la paz y la unidad en
la Iglesia, y por consiguiente, la armonía en el imperio;
lo que demostraba su total ignorancia con respecto al verdadero
problema, pues ninguna de las partes le haría caso.
El Obispo Osio de Córdova, enviado especial del emperador
Constantino, pudo darse cuenta rápidamente de que la desición
tomada por el emperador no era la correcta, por lo que a su regreso
a Nicomedia, ambos llegan a la conclusión de que la única
manera de restablecer la paz de la Iglesia era por medio de la
convocación de todo el episcopado de la Iglesia a un gran
Sínodo en el que se analizaran ambos casos y se emitiera
un dictamen, el cual, sin duda, sería apoyado por el imperio.
CONCILIO DE NICEA Una vez realizados todos los preparativos
para la celebración del Concilio en el cual se debía
ddar una resolución a la lucha entablada entre el obispo
Alejandro y los arrianos, se procedió a la realización
de éste. Dicho Concilio se celebraría el día
25 de mayo del 325 en la ciudad de Nicea, en Bitinia. Acuden
a este Concilio Pablo de Neocesarea, el Abad de Egipto Pafnuncio,
Alejandro de Alejandría, que hasta entonces había
ganado la batalla a Arrio, Eustacio de Siria, (más tarde
desterrado por ser adversario del Arrianismo y acusado de hereje),
Marcelo de Ancira que, debido a su hostilidad contra el arrianismo
cayó en el extremo opuesto y fue condenado en el Concilio
del 381. Macario de Jerusalén, los amigos de Arrio y Eusebio
de Nicomedia. Del Occidente latino hubo poca concurrencia. Osio
de Córdoba, hombre de confianza del emperador; Vito y
Vicente, presbíteros de Roma y Ceciliano de Cártago.
También estuvo presente el diácono de Alejandro,
Atanasio de Alejandría.14 La probidad y prestigio personal
de Arrio, su condición de antiguo alumno de la escuela
de Antioquía y condiscípulo de personas como Eusebio
de Nicomedia, al frente de sedes episcopales, jugaron un papel
decisivo en la causa arriana llegando con un camino fácil
la causa arriana al Concilio de Nicea.15
Los arrianistas tomaron rápidamente la palabra y propusieron
una fórmula de profesión de fe, integrando en ella
algunos elementos esenciales de la teología arriana, más
tarde, fue leída la obra literaria de Arrio, "Thalia",
lo que provocó un rápida y violenta protesta por
parte de muchos obipos, mostrando así la poca probabilidad
que tenía el arrianismo de salir victorioso del Concilio.
Dentro del debate intervino Eusebio de Cesarea con una propuesta
de compromiso y recomendó a los Obispos la adopción
del símbolo bautismal.16 Fue aceptada por los obispos,
quienes además descartaron una interpretación del
símbolo en sentido arriano.
El Concilio buscó completar las fórmulas, lo que
causó muchas controversias, sobretodo al adoptar la palabra
"Homo-Ousios" (de la misma sustancia), como palabra
clave y símbolo de la teoloíai nicena. Dicha palabra
no era aceptada por los arrianos y causaba un poco de confusión
a los Obispos de Oriente, mientras que los Obispos de Occidente
le encontraban gran sentido. Las otras formulaciones acoptadas
para el texto: "Engendrado, no creado, de la sustancia del
Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero";
buscaban defender al símbolo de todos los ataques arrianos.
Al triunfar la ortodoxia, el emperador busca asegurar a toda
costa la paz, la tranquilidad y la recobrada unidad de la Iglesia,
por lo que amenaza con desterrar a todos aquellos que no profesen
el símbolo propuesto por el Concilio; Arrio, Segundo de
Ptolemaida y Theonas de Marmarica se oponen, por lo que son excomulgados,
los dos obispos depuestos de sus sedes y desterrados a Ilírico.17
Hacia el año 328 se logra percibir un cambio en la forma
de pensar del emperador Constantino con respecto al símbolo
profesado en Nicea, comenzando a mostrar cierta simpatía
por el arrianismo, tal vez influenciado por su media hermana
Constancia.18 De esta forma, todos los arrianos son llamados
del destierro y rehabilitados como ortodoxos después de
realizar unas profesiones de fe más o menos vagas y poco
sinceras. Eusebio de Nicomedia recupera su sede y se vuelve a
unir a Eusebio de Cesarea, además, poco a poco se va ganando
la simpatía del emperador, a tal punto de llegar a ocupar
el lugar que anteriormente ocupara el obispo Osio de Córdoba,
al lado del emperador.
RESURGIMIENTO DE ARRIANISMO
Hacia el año 330 la controversia adquiere un matiz diferente,
el ataque ideado por Eusebio de Nicomedia contra la fe proclamada
en Nicea tenía una doble finalidad: apoderarse de las
principales sedes, Antioquía y Alejandría, regidas
en ese entonces por los Obispos Eustacio y Atanasio, respectivamente,
(Atanasio fue quien sucedió al obispo Alejandro de Alejandría).
La otra meta era lograr el regreso de los fautores desterrados
a estos lugares. En este mismo año el emperador autoriza
la realización de un Sínodo en la ciudad de Antioquía
donde el obispo Eutacio es acusado de adulterio, según
testimonio de una prostituta, y de irreverencias contra la madre
de Constantino. Estas acusaciones consiguen su proposito y Eusebio
depone a Eustacio y el emperador ratifica la sentencia desterrandolo
a Tracia.19 Una vez logrado el primer propósito, buscan
la deposición de Atanasio acusándolo de haber roto
un cáliz y de haber mandado matar a Arnesio (Obispo melaciano).
Con motivo de la inaguración de la Iglesia del Santo Sepulcro
en Jerusalén, año 335, se reúnen en Tiro
un buen número de obispos, todos arrianos, presididos
por Eusebio de Nicomedia y Eusebio de Cesarea. El Sínodo
pronunció rápidamente la deposición de Atanasio
de su sede. Mientras esto ocurría, una delegación
arriana viaja a Constantinopla para verificar las acusaciones
realizadas contra Atanasio, pero éste logra adelantarse
a ellos y llegar a Constantinopla en barco. Atanasio logra dialogar
con el emperador, describiéndole lo sucedido en la ciudad
de Tiro y pidiéndole justicia. Ante esta petición,
Constantino convoca a todos los obispos para la realización
de un Sínodo. Esta vez los arrianos habían formulado
una acusación más fuerte contra Atanasio: Atanasio
había amenazado con interrumpir la exportación
del trigo de Alejandría a Constantinopla.20 al igual
que sabotear en Egipto los edictos imperiales.21 Estas
dos acusaciones ayudan al emperador a tomar una desicion, desterrando
a Atanasio a la ciudad de Tréveris.
Arrio y sus partidarios son aceptados a la comunidad eclesial,
después que los obispos reunidos en Jerusalén calificaron
su fórmula como ortodoxa y suficiente. Arrio regresa a
Alejandría, pero el pueblo alejandrino, enojado por
el destierro de Atanasio y muy unido a su Patriarca, comienza
a sublevarse y Arrio tiene que viajar a Constantinopla,22 lugar
en donde muere poco antes de poder concelebrar, el día
de Pascua del 336, al lado de Eusebio de Nicomedia.
Constantino muere en el 337 y es sucedido por sus hijos, Constancio
en Oriente y Constante en Occidente. Esta división afecta
a la Iglesia, pues Constancio permite el retorno de Atanasio
a su sede original en Alejandría.
El grupo arriano no toma con mucha alegría la decesión
del emperador, por lo que reaccionan rápidamene diciendo
que la reasunción de la sede de Alejandría por
Atanasio no era aceptable según el Derecho Canónico:
un Sínodo de la Iglesia lo había depuesto con una
sentencia que tenía fuerza legal y aquel acto no podía
ser invalidado con una declamación unilateral por parte
del emperador.23 Ellos reconocían como obispo de Alejandría
a Pistos. Ante tal situación, en el 338 Atanasio y los
obispos de Egipto celebran un Sínodo en Alejandría
con el fin de logar la deposición de Pistos de la sede
alejandrina. Atanasio es reconocido como legítimo obispo
y en una encíclica dirigida a todos los obispos de
la Iglesia, demuestran que Atanasio había sido elegido
obispo diez años antes en forma canónicamente irreprochable,
que su deposición por el Sínodo de Tiro había
sido un puro acto de violencia y que durante su destierro no
había tenido sucesor alguno, por lo cual había
vuelto a su sede episcopal todavía vacante.24
Ante el movimiento de Atanasio, los arrianos piden al Papa Julio
la realización de un Sínodo romano (340-341) en
el cual se llega a la conclusión de que el Obispo legítimo
de Alejandría es Atanasio. Cabe mencionar que en el año
339, Eusebio de Nicomedia es nombrado obispo de Constantinopla,
cargo que ocupó hasta el año 341, en el que fallece.
En el año 341 y con la celebración del Sínodo
de Antioquía, comienzan una serie de Sínodos cuyo
fin es la realización de fórmulas de fe que enterraran
la fe promulgada en Nicea. Los eusebianos (arrianos) difunden
tres fórmulas, ninguna de ellas con algún inciso
estrictamente niceno, pero ninguna erronea.25
En el Sínodo de Sárdica (343), la mayoría
defienden la causa de Atanasio y Marcelo de Ancira, pero al negarse
Osio de Córdoba a aceptar el deseo de algunos obispos
orientales de no aceptar a Marcelo y a Atanasio, dichos obispos
celebran un conciliábulo en Philippolis realizando
una nueva fórmula y un anatema en contra de los sibelianos
y aquellos que afirmaban que el Hijo no fue engendrado por voluntad
del Padre.26 A lo que responde Atanasio con el símbolo
proclamado en Nicea, haciendo notar que este símbolo era
más que suficiente y no debía ser degradado con
nuevas fórmulas.
A la muerte de Constante, Constancio queda al frente de todo
el imperio, por estas mismas fechas, el Papa Julio es sustituído
por su diácono Liberio.
La lucha continúa y los arrianos no se iban a dejar vencer
tan fácilmente. De esta forma, mientras se iban ganando
la simpatía del emperador, continuaban levantando falsas
acusaciones en contra de Atanasio con el fin de derrocarlo de
su sede episcopal. Ante tal situación, el Papa Liberio
pide al emperador la realización de un Sínodo,
petición a la que accedió celebrando el Sínodo
en Arles. Durante la celebración del Sínodo, los
arrianos se adelantan a todos y en vez de presentar las cuestiones
teológicas en disputa, presentan al emperador un nuevo
decreto con el que condenaban a Atanasio y de se deponía
de su sede, mientras tanto, y de manera muy hábil, el
obispo Valente de Mursa logró que los obispos galos firmasen
dicho documento; sólo se abstuvo de firmar el obispo Paulino
de Tréveris. El Papa Liberio rechazó esta forma
de actuar de los arrianos y pidió al emperador la realización
de un nuevo Sínodo.
El nuevo Sínodo fuer realizado en la ciudad de Milán
(342). En él, el obispo Eusebio de Vercelli propuso que
de pronto todos firmaran bajo el símbolo de Nicea, mientras
llegaban a un acuerdo; pero cuando Dionisio, obispo de Milán,
se disponía a firmar, se realizó una discusión
entre los obispos, lo cual obligó al emperador a trasladar
la sede del Sínodo a la sede imperial, con el fin de poder
controlar mejor a los que quisieran actuar de forma igual, pero
su intento fue inútil, pues ante sus amenazas, cedieron
muchos obispos, menos los de mayor peso, entre ellos Eusebio
de Vercelli, Lucífero de Cagliari y Dionisio de Milán,27
quienes junto con Atanasio, fueron desterrados.
Cuando el Papa Liberio se enteró de lo sucedido en Milán,
expresó su reconocimiento y total apoyo a los obispos
desterrados. Después de ésto, el emperador comenzó
a mostrar una serie de numerosas intrigas al Papa Liberio, pero
como éste nunca cediera ante ellas, fue desterrado junto
con los demás obispos.
DECADENCIA DEL ARRIANISMO
A partir del Sínodo de Sirmio (mayo del 365), se observa
una muy marcada división entre los arrianos antiniceno.
Por un lado, la parte más extremista, encabezada por Aecio,
Eunomio y Eudoxio, conocidos con el nombre de "Heterousianos
y anomeos", quienes defienden al arrianismo en su forma
más pura, su tesis dice que el Hijo es en todo semejante
al Padre e introducen nuevos elementos filosóficos. Por
el otro lado, encontramos a los semiarrianos, quienes llaman
al Hijo "Homiuosios, encabezados por Basilio de Ancira,
dicen que el Hijo es desemejante al Padre solamente en la sustancia,
este es el grupo más cercano a la ortodoxia. Por último,
encontramoa al grupo de los "homeos", encabezados por
Ursacio, Valente y Acacio, quienes afirmaban que el Hijo es semejante
al Padre, no sustancialmente, sino con una semejanza en la voluntad
o las obras, con lo que no reconocen la divinidad del Hijo.
Enn el año 357 se celebra un nuevo Sínodo en la
ciudad de Sirmio, en él, se estrena una fórmula
arriana de fe, que fue anatematizada por los obispos de las Galias.
Por su parte, los semiarrianios, reunidos en Ancira (358), elaboraron
su fórmula, que aunque rechaza el "Homousios",
puede ser interpretada ortodoxamente. Este mismo año se
realiza un nuevo Sínodo en Sirmio, confirmando las acusaciones
realizadas en contra de Pablo de Samosata y Photino, realizan
una fórmula de fe totalmente ortodoxa, a pesar de no nombrar
la palabra "Homousios", dicha fórmula fue escrita
y aceptada por el Papa Liberio.28
Por su parte los semiarrianos compusieron la cuarta fórmula
de Sirmio, recibida en el doble Sínodo de Seleucia-Rimini
(359), en ella se afirma que el Hijo es semejante al Padre en
todo.
Con el derrocamiento de su primo Constancio, Juliano el Apóstata
asume el poder del imperio, permitiendo el regreso de todos los
obispos desterrados, entre ellos Atanasio. En seguida realiza
un Sínodo en la ciudad de Alejandría, en el que
se proclama que el Espíritu Santo es consustancial al
Padre y al Hijo y que ninguna persona puede ser contada entre
las personas de la Trinidad. El Hijo se encarnó haciéndose
hombre verdadero y el cuerpo que asumió tenía su
alma correspondiente, lo que dificultó aún más
las cosas, pues los occidentales entienden la palabra "Hypóstasis"
como equivalente de la sustancia o usía, mientras que
para los orientales equivale a prósopa o subsistencia,
fue constatado el equívoco y juzgaron necesario el adherirse
a la fórmula proclamada en Nicea.
La ortodoxia triunfa en Alejandría y Antioquía
en el Patriarca Melesio, pero Constantinopla es dominada por
los arriaos hasta el 359, año en que aumen el poder Valentiniano
I en occidente y Valente en Oriente, éste último
es quien manda al destierro a todos aquellos que habían
regresado durante el reinado de Juliano el Apóstata. Pero
su política se ve truncada cuando los godos proclaman
la guerra. Muere en el año 359 y con él comienza
la decadencia del arrianismo. Empujado por las influencias de
Basilio de Cesarea, Gregorio Nacianceno, obispo de Constantinopla,
con sus sermones, el Papa Dámaso y el emperador Teodocio,
quien promulga una ley prohibiendo la herejía, declarando
al cristianismo como religión oficial del Estado, además
de convocar al primer Concilio de Constantinopla.29
La idea de la realización de un Concilio se dió
con mucha fuerza en el Oriente, después de la muerte de
Valente, y el emperador Teodocio había dado el primer
paso. Sin duda, los problemas de Oriente reclamaban una reglamentación
sinodal, entre los que destacan el cisma de Antioquía
y la cuestión pneumatológica.
Dentro del Concilio Ecuménico de Constantinopla, se dejan
intactas las declaraciones realizadas en el Concilio de Nicea,
como son: creador del cielo y de la tierra, unigénito
antes que todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, de la misma
sustancia que el Padre. La gran importancia del Concilio de Constantinopla
se basa más bien en los nuevos enunciados sobre el
Espiritu Santo.30 Así, se agragan las siguientes implicaciones:
Señor y dador de vida, que procede del Padre y del
Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración
y gloria, y que habló por los profetas.31 De esta
manera se muestra el carácter divino del Espíritu
Santo, el Padre y del Hijo. De esa forma el Concilio condena
las aberraciones de los eunomio, arrianos y pneumatómacos.
De esta manera el Concilio puso término a las discusiones
trinitarias contribuyendo al desarrollo de la teología,
cuyas bases se encuentran en el primer Concilio Ecuménico,
es decir, el de Nicea.
El arrianismo perduró por algunos años como forma
peculiar del cristianismo de algunos pueblos germánicos,
especialmente de los godos, debido a la acción misionera
del Obispo Ulfilas, ordenado por Eusebio de Nicomedia; pero poco
a poco comenzó a desaparecer.
CONCLUSION
Es importante notar, como la falta de colaboración y obediencia,
puede llegar a ocasionar grandes problemas en la Iglesia, y más
si estos tienen un trasfondo político o de poder, los
cuales, la mayoría de las veces, son los causantes de
los grandes conflictos eclesiásticos.
De igual modo, el papel que desarrollan los Sínodos y
los Concilios, como instrumentos eficaces de la afirmación
y evolución de las verdades de la fe. Gracias a ellos,
podemos tener los avances teológicos de los cuales disfrutamos
en el presente. Tal es el caso de nuestra profesión de
fe: El credo Niceno-Constantinopolitano.
Mas como punto central de todo, podemos notar la presencia de
Dios, quien a través de hombres santos, hace manifiesto
el camino que quiere que sigamos, ya quien lleva las riendas
de la Iglesia, el El.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
ROGIER-AUBERT. Nueva Historia de la Iglesia I. Cristiandad,
Madrid 1964. pp. 282-300
Diccionario Enciclopédico Universal Marín.
Ed. Marín, Barcelona 1988. p. 499
JEDIN H., Manual de Historia de la Iglesia II .Herder,
Barcelona 1990. pp. 45-101
Gran Enciclopedia Rialp III. Rialp, Madrid 1979. pp 73-75
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
BOUYER, L. Diccionario de Teología. Herder, Barcelona
1983. p. 94-95
WOLFGANG, Marcus. Arrianismo. Sacramentum Mundi I.
Herder, Barcelona 1982. pp. 420-424
J. N. KELLY. Primitivos credos cristianos. Secretariado
Trinitario, Salamanca 1980. pp. 338-351
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