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El carácter científico de la teología espiritual


Crisis de identidad versus autonomía

En 1974 un grupo de profesores de Teología Espiritual, solicitados por la Sagrada Congregación para la Educación Católica, abordó el tema de la enseñanza de su disciplina bajo un variopinto haz de aspectos. En pleno estiaje postconciliar, y a la luz de la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, n.79, no dejaron piedra sin mover y sin colocar en su sitio.

Pero no tardaron en levantarse nubecillas en el horizonte del aggiornamento pedagógico y programático de la renovación de los estudios teológicos. Se puso en tela de juicio la Teología Espiritual como ciencia, aplicándole el slogan que en la década de los 70 estaba de moda : crisis de identidad ; de ahí a la negación de la teología espiritual no había más que un paso.

Como cualquier otro ramo del saber teológico, la teología espiritual tiene que iniciar su faena por el definir, fijar e identificar su propia naturaleza. Uno de los problemas de base consiste en otorgarle autonomía propia, o negársela, concediéndole sólo índole de subordinación o integración bajo la cúpula unitaria del saber teológico.

Parece ser que los propugnadores de la autonomìa se pasan de raya por exceso ; y que los que le niegan direcho a existir, o la meten bajo el arco de la crisis de identidad, pecan por defecto : la teología espiritual, por consiguiente, posee esencia y existencia, carácter científico más no autonomía.

 

Cuatro pilares para una tradición

Los pilares o fundamentos de la tesis tomista se apoyan en el estatuto mismo de la sacra doctrina o teología y son las siguientes :

La teología es una ciencia

La ciencia teológica es una.

La unidad tiene dos caras o dos dimensiones : especulativa y práctica.

El conocimiento teológico se alcanza por estudio y por vivencia.

Lo más importante para nuestro propósito consiste en señalar que el Doctor Angélico ha tratado los más variados temas de la teología espiritual dentro de la Summa Theologiae, conservando en el despliegue expositivo la visión de conjunto o unitaria, el rigor científico, la claridad didáctica, etc.

Ya Benedicto XV al aprobar y bendecir la inclusión de la teología espiritual en los programas de las facultades eclesiásticas, advirtió que la nueva disciplina se debe cursar bajo los auspicios y guía oegura de Santo Tomás.

 

Theologia mentis et cordis

La fidelidad a los cuatro pilares o tesis no sufrió, a lo largo del teimpo más fisuras que las que son anejas a las limitaciones humanas : unas veces, el hombre se confía en el propio ahinco, otras se abandona a lo que le viene de fuera.

Los teólogos dominicos han procurado en general maridar el estudio y la oración, según se lo prescriben las constituciioines y el carisma del fundador : loqui cum Deo, loqui de Deo. No deja de sorprender el gran número de tratados de teología espiritual escritos y publicados por teólogos dominicos (Santo Tomás, Juan de Santo Tomás, Menéndez Reigada, Philipon, etc.). En la fragua dominicana se forja la diamantina frase que expresa a las mil maravillas la fusión : theologia mentis et cordis.

Luis de Granada (+1588) es quizás el exponente más egregio en ese siglo de la integración de las dos teologías (mística y ortodoxa).

Bartolomé de los Mártires (+1590), teólogo de profesión, maestro de generaciones de teólogos, dedicó muchos años a leer teología en Batalha y en Evora, y modernamente R. de Almeida ha sacado a luz sus lecciones o Scripta theológica. Compuso un Compendium spiritualis doctrinae, que es una obrita maestra de nuestro campo. Cuando la Teología espiritual intentaba desgajarse del tronco común y adquirir cierta personalidad o autonomía, metiéndola los autores en un proceso largo, lento y vital, el Compendium fue un modelo de precisión y claridad.

Tomás de Vallgornera (+1675), hombre de acción y contemplación, recopiló un manual de gran aliento y tal vez de poca originalidad, pero de sólida urdimbre, en pleno periodo del barroco, en el seicento que es propicio a la crisis y a los artificios de la teología espiritual.

Juan Tomás de Rocabertí (+1699) sigue de cerca a Vallgornera en su Teoogía Mística, de la que sólo publico su primer tomo. No deja de ser significativo que se inspire también en S. Francisco de Sales, tan actual entonces y hoy por su empeño en incitar a todos los devotos a las subidas o escaladas místicas.

Antonin Massoulié (+1706). Sus meditaciones sobre las Tres Vías tuvieron gran influencia de Rocabertí. Su discurso sobre el estado de unión, previo a las meditaciones de la via unitiva, es una lección magistral del mejor y más ígneo acero místico.

Vicente Conterson (+1674). Escribe en el ambiente de Rocabertí y Massoulié su Theologia mentis et cordis ; gustaba del púlpito y se entregó sin ninguna reserva a la predicación. La nota distintiva y dominante de la Theologia mentis et cordis está en el fecundo conubio de la especulación y de la devoción. Esta última reflexión es el cogollo epistemológico de la obra, y una seria advertencia a los que estudian por curiosidad, hartándose de ideas y ayunos de fervor.

André M. Meynard (+1904) es autor de un tratado ascético-místico, inspirado en el espíritu y en los principios de Santo Tomás. Algunos lo consideran iniciador de la renovación de los estudios de la teología espiritual después de un largo periodo improductivo.

Unidad de la via

A fines del s. XIX se abre una una restauración de la escolástica, que podríamos llamar leonina, por su promotor, León XIII, o tercera escolástica (con relación a las dos anteriores, s. XIII y s. XVI).

La figura más puntera es, sin duda, J. G. Arintero. En la primera década del s. XX hacía ya, a zaga de León XIII y con clarividencia de futuro, el siguiente planteamiento :

Hay ahora, podemos decir, una cuestión mística, así como hay una cuestión bíblica y una cuestión apologética. Y lo que en ella se discute es el verdadero concepto que debemos formarnos del estado místico y la definición que más propiamente le conviene ; para que, una vez conocidos bien sus elementos constitutivos, se pueda mejor reconocer si es frecuente, asequible y deseable, y cómo debemos disponernos para logarlo, que es lo que prácticamente ofrece mayor interés.

Las tesis más caras, y más machaconas, de Arintero eran la vocación del cristiano a la unidad de via.

R. Garrigou-Lagrange (+1964), profesor de teología dogmática en el Angelicum, fue uno de los más egregios maestros de teología espiritual de 1920 a 1960.

 

Conclusiones

 

Santo Tomás abordó el tema medular de la espiritualidad cristiana con rigor científico y claridad programática. La labor teológica aparecerá, en el estatuto de la prima quaestio de la Summa, reclamando y apellidándose faena científica.

La unidad es una cúpula que no se desarma en ningún instante, y bajo ella van perfilándose los varios asuntos que constituyen la materia típica de la teología espiritual.

El carácter científico y unitario de la teología no basta, antes bien entraña una proyección práctica, es decir, de operabilidad y vitalidad : las verdades especulativas que el teólogo recibe o infiere son verdades vivas y para la vida, no sólo para la especulación o contemplación.

La teología echa mano de la experiencia, de lo que vive, incluso como via de conocimiento.

La teología espiritual, como rama de la teología, trata de la vida cristiana : y ésta es una realidad sobrenatural ; y por serlo, sus estructuras y su fisonomía trascienden el orden físico : son misterios, con todo lo que esta voz incluye, y que tan gustosa y eruditante glosó J.M. Scheeben.

 

 

Bibliografía

 

HUERGA, A., "El carácter científico de la Teología Espiritual", Teología Espiritual, 1992 (36) 41-64.


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